Una acción típica de las personas es preguntar por el origen de una determinada frase o expresión. Así, una de las que surge en pleno frío es “hace un frío que pela”, la cual tuvo su origen en el Annapurna en la década del 50.
Concretamente los alpinistas Louis Lachenal y Maurice Herzog realizaron una expedición en el Himalaya durante un invierno muy frío. Allí, además de padecer un descenso de temperatura muy grande, perdieron gran parte de la comida que llevaban consigo y sólo se salvó una pequeña parte.
No obstante, las almendras fueron las que permanecieron en su más óptimo estado y, con ellas, Lachenal y Herzog descubrieron algo muy particular: sus dedos muy fríos permitían pelarlas con muchísima facilidad, por lo que “hace un frío que pela” se volvió costumbre y furor.
Las almendras son frutos secos y, debido a sus cualidades y propiedades, un dedo o elemento frío logra pelarlas de un modo mucho más simple que en temperaturas normales o de calor.
Cabe destacar que “hace un frío que pela” consta también de un término muy único de la lengua española y, en consecuencia, el mismo carece de una traducción exacta a otro idioma. Además, es muy recordada en España cuando comienza el invierno y, sobre todo, los días más fríos en los que, para algunas personas, el abrigo es insuficiente.
A su vez, hay quienes piensan que este término refiere al momento en que la piel y los labios de las personas se pelan como consecuencia del frío. Se trata, de hecho, de una alusión secundaria dado que la original radica en la facilidad para pelar las almendras.
En un contexto de cientos de frases con origen desconocido, “hace un frío que pela” es frecuentemente mencionada por los españoles y su historia es muy interesante.